sábado, 21 de mayo de 2011

Mar de fondo


Casi todo lo que se pueda decir sobre lo que está ocurriendo estos días, ya ha sido dicho. Y de todo lo dicho, lo que más ha sorprendido ha sido el discurso de los jóvenes anónimos de un Movimiento, cargado de sensatez, claridad y optimismo. Hemos podido ver y escuchar a una generación que, lejos de los tópicos al uso, está mostrando lo mejor de sí misma y tendiendo la mano a sus padres, está poniendo de manifiesto que el mar de fondo agitado por las aspiraciones de libertad, justicia e igualdad, azota, una vez más en la Historia, los escarpados acantilados de la explotación, la arbitrariedad y el individualismo.

La indignación ciudadana no sólo ha pulverizado las estrategias partidistas de la campaña electoral, alejándola por momentos a los confines de su estéril desierto, sino que además, y esto es lo realmente sorprendente, en menos de siete días ha sido capaz de recuperar y dignificar un discurso político que, hasta ayer, era calificado de anacrónico y trasnochado por los voceros del neoliberalismo rampante desde hacía tres décadas y abandonado nostálgicamente por los que pensaron que había que tirar la toalla para disfrutar cínicamente de las migajas del becerro de la abundancia.

Los fríos análisis racionales, se ven ahogados estos días por la emoción que produce el disfrute de contemplar a miles de ciudadanos tomando la calle pacíficamente, y debatiendo en corrillos las soluciones que habría que aplicar para abordar la infinidad de problemas políticos, sociales y económicos que están en la base de la indignación que les mueve.

Hay que remontarse muchos años atrás para recordar algo que se pueda parecer remotamente a lo que ahora está sucediendo, porque a diferencia de otros tiempos convulsos, lo más característico del M15M es la derrota, por incomparecencia, de los partidos políticos.

No se ven banderas, ni líderes, ni se escuchan manidos discursos vacíos de contenido. Lo que se observa en la Puerta del Sol y sus plazas adyacentes, es a ciudadanos anónimos, sorprendentemente informados, que debaten con diferencia de criterios y deciden mediante el viejo método de una persona un voto, la manera en la que se puede organizar mejor la vida colectiva. Nada más, y nada menos.

Decía un sismólogo días atrás, que la ciencia ya es capaz de prever en qué lugar se va a producir un seísmo. Lo que la ciencia no es capaz de predecir todavía es el momento en el que va a ocurrir el cataclismo. De igual manera, seguramente movidos más por el deseo que por el aséptico análisis de la situación, eran muchos los que esperaban que ocurriera lo que ahora está pasando. Lo que no se sabía era el momento en el que iba a saltar la chispa y lo que se desconoce hoy todavía, es el futuro que le espera a esta metafórica hoguera de las vanidades.

Seguramente, después de mañana será difícil que las cosas sigan como si no hubiera ocurrido nada. Pase lo que pase, y a lo mejor hasta nos alegra alguna inesperada sorpresa, este país no será el mismo a partir del lunes. El eco de las voces que se han escuchado estos días en las calles, retumbarán por mucho tiempo en las fachadas de unas instituciones que a los indignados de hoy, les parecen levantadas con los mismos deficientes materiales que algunas construcciones de Lorca.

1 comentario:

  1. Seguramente no suceda lo que algunos deseamos, en lo que se refiere al avance social hacia una práctica justa y dialogada, como comportamiento característico de la ciudadanía. Esto sigue siendo una utopia.

    Lo que si ha sucedido ya es que la conciencia social y política se manifeste y esté resurgiendo con fuerza. Esto es un gran principio que nos mantiene ilusionados.

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